Seguidores

martes, 23 de octubre de 2012

Gloria, aleluya!





Gloria es mi asignatura pendiente. Lo malo de las asignaturas pendientes es que te ves obligado a a-probarlas en algún momento de tu vida. Son una oposición constante desde que las vimos en el technicolor de Fiorella Faltoyano. Ningún hombre debería tener asignaturas pendientes que dejaran sus recuerdos en suspenso.

La semana pasada me encontré con Gloria. Ella sabe y yo se que somos dos pasados incompletos. Nuestra historia es la historia de una relación imposible sin dañar a más personas. Tácitamente les habíamos prometido fidelidad por más que nos pesara. Nos conocimos sabiéndonos atados a lo que jamás ocurriría. La buscaba y al encontrarla, ella me dejaba escapar. Tuvimos muchas oportunidades de sernos infieles, pero siempre supimos aplazarlo. Era muy bonita y tremendamente sexy. Una tentación constante.

Me dijo que estaba muy guapo con la chaqueta que llevaba puesta. En nuestro ayer me lo decía a menudo. A mí me gustaba escucharlo porque era sincero y sin dobleces. Cuando unos ojos azules te dicen esas cosas… ¿quién puede no querer creerlas? Me dijo que ahora estaba sola porque su pareja estaba muy lejos. Y me dijo que se sentía sola y que tendríamos que quedar un día para charlar de muchas cosas. Ella estaba tan guapa como entonces. La terrible enfermedad que la acosó no pudo apenas ensombrecer su mirada celestial.

Le prometí que nos veríamos, otra vez y me prometí a mi mismo decirla lo bien que se conserva, lo preciosa que sigue siendo su melena rubia. Tenemos que superar este examen para licenciarnos en nosotros. Eso espero, pero no se si lo conseguiré porque solo soy un iluso soñador graduado en fracasos.

sábado, 29 de septiembre de 2012

E. otra ilusión perdida

Hoy tengo noticias de mi pasado. He recibido un correo de E. E. es alguien que conocí hace muchos años. Bueno, eso no es del todo exacto: nunca llegamos a conocernos. No, eso tampoco es verdad. No nos conocimos físicamente. No sabíamos cómo éramos aunque llegamos a intimar tanto que nos contamos nuestras miserias, nuestros deseos, nuestras ilusiones y desencantos. Sabíamos nuestro nombre y apellidos e incluso el de nuestros allegados y familiares. Pero nos juramos que nunca, nunca jamás bajo ningún concepto, pediiríamos el uno al otro ninguna oportunidad en la que coincidir físicamente. Éramos amigos vía red. Tampoco chateábamos, pese a que éramos capaces de permanecer juntos on-line durante horas intercambiándonos mensajes en un foro o correos vía gmail. Lo sabíamos todo y jugábamos a no necesitar más.

Nunca hubo con E. ningún mensaje explícitamente erótico o sexual. Ella sabía de mis correrías virtuales con otras mujeres y siempre me pareció que cuando se las contaba se mostraba un poco celosilla. A mí me gustaba pensar que era así. Era evidente que teníamos lo que los expertos llaman "tensión sexual no resuelta", pero nos debíamos a nuestros principios, a las reglas que nosotros mismos nos habíamos marcado. Un buen día E. me comuncó que estaba embarazada. Todo un milagro para quien sufría del mal que ella padecía. Me alegré infinitamente, posiblemente porque mi condición de iluso me hacía imposible el preveer lo que pasaría a partir de entonces.

Un día le mandé un correo, como tantas veces había hecho hasta entonces, en el que le contaba mi opinión sobre la situación política, sobre mis temores y esperanzas y probablemente le referí lo que me había pasado ese día. Fue el último: no obtuve ninguna respuesta. Si algo me duele en esta vida es que me paguen con silencio. Recuerdo que, pasados unos días, volví a mandarle otro correo. Y otro más tras unos meses. Durante los tres años siguientes le envié un correo de felicitación el día de su cumpleaños: era imposible que no lo recordara porque era la misma fecha en que los cumplo yo. Y siempre obtuve la misma respuesta: la nada, el silencio.

Hace ya de esto más de dos años. Ayer volví a saber de E. pero ella no tenía mucho interés en saber de mí, sino en que yo mediara para conseguir el favor de terceras personas. Solo un tonto podría atender tal petición. Y yo no soy un tonto: solo soy un iluso que se quedó sin ilusiones por sucedidos como este.

Adán Bovary.
adan.bovary@gmail.com

jueves, 27 de septiembre de 2012

INTRAHISTORIA

Pues sí, este soy yo, Adán, un iluso a base de tener la cabeza llena de ilusiones. Aquí me tenéis, dispuesto a nacerme en este mundo, ahora que estoy a punto de cesar en el otro. No se qué contar. Ni siquiera si tengo algo que contar. Pero necesito agarrarme a algo -quizás a alguien- y esta experiencia puede ser tan buena como cualquier otra. No, es mejor: yo nunca me dedicaría en la vida real a abordar a gente que no conozco de nada, porque tengo verdadero pánico al fracaso.

El fracaso… Debería estar vacunado contra él. A veces pienso que si el fracaso se convirtiera en hombre su vida sería un calco a la mía. ¿Victimismo? Apostad a que no. ¿Que hay otros que puedan superarme? Es posible, y que me perdonen entonces por robarles protagonismo. Yo soy un fracaso de hombre, una calamidad de marido, un desastre de padre, un fraude de persona.

No se lo que puedo aportar a quien lea esta presentación de mi nacimiento, pero yo le aseguro lo que él puede aportarme a mí leyéndola es mucho, es todo. Vengo de una vida que me ahoga y no puedo gritar porque no puedo expresar todo lo que llevo dentro, porque dentro llevo cientos de ilusiones que se han quedado en nada y para mí lo eran todo.

Este soy yo, Adán. Seguro que piensas que soy uno de tantos, ¿verdad?. ¿Lo ves? Ya empiezo fracasando en este nuevo empeño…



Perdonadme la presentación: cuando aprenda a poner imágenes como en vuestros preciosos blogs trataré de que el mío sea menos árido.


Adán Bovary.

adan.bovary@gmail.com